“No os hagáis tesoros en la Tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan… no os afanéis por el día de mañana” (Mateo 6:19, 34)
Son muchas las personas que viven afanadas por el deseo insensato de acumular riqueza terrenal . El iniciado en las enseñanzas místicas de Jesús aprende a llevar su corazón hacia los mundos incorruptibles lo cual le ayuda a mantener un sano equilibrio en la vida material. En Cábala se dice que las tres Sefirot superiores – Kéter, Jojmá y Biná- no sufrieron en el Tzimtzum Álef los estragos del choque vibracional que afectó a las siete dimensiones inferiores conocidas como los reyes de Edom. Por fractal podemos deducir que los mundos donde los ladrones roban, la polilla y orín corrompen – como dijo el Nazareno- son los mundos inferiores, los dominios edomitas sujetos al desgaste físico de la materia. Las dimensiones superiores relacionadas con el intelecto quedaron incólumes a dicha corrupción.
¿Qué clase de discípulo acumula tesoros donde el moho biológico y el óxido químico hacen de las suyas? El aprendiz de sabio se esfuerza por colocar sus tesoros en los Cielos, en las dimensiones superiores, invirtiendo en energías sutiles como el estudio, el cual tiene la potencia de ampliar la captación de información de alto nivel que su alma se llevará al Mundo Venidero.
Para la Cábala, es la densidad del mundo de la materia y sus límites los cuales dan lugar a mucho mal. Es en el universo de Asiá donde proliferan los ladrones que roban. Si no queremos ser pillados por esos malhechores debemos ascender a niveles más sutiles de luz en los cuales los límites y el mal son casi inexistentes. Es en esos Universos donde el místico hace sus tesoros. Su corazón gozará de ellos eternamente.
[1] San Pablo advirtió a su discípulo Timoteo acerca de la necedad de acumular materia en esta existencia física: “Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (I Timoteo 6:7, 9-10)
[1] Los Mundos incorruptibles de Adam Kadmon y Atzilut no están sujetos al desgaste físico de la materia ya que ellos se encuentran fuera del espacio-tiempo. Es hacia allí que en la etapa madura de nuestra vida la Tiferet debe ser dirigida. El corazón del discípulo alza constantemente la vista hacia Kéter sin dejar de pisar Maljut.
Extracto editado del libro Jesús y la Cábala.
©Mario Sabán
©Keneth Menjívar
©Ethel Turcios